Todos hemos llorado, todos, y no estoy hablando de las lágrimas de un niño que se raspó la rodilla, estoy hablando de las lágrimas de un adulto, aunque pensándolo bien ambas se parecen.
Cuando mi hijo se golpea llora como cualquier niño y como cualquier niño puede seguir llorando casi indefinidamente hasta que su mamá lo abraza y lo besa, consolándolo con palabras dulces y tiernas, “Ya, ya pasó, ya no duele, mi niño, mi amor”. Es parecido a cuando le van a poner una inyección, el temor está en los ojos del pequeño, así que la mamá le toma la carita mientras la enfermera limpia el bracito menudo y suave con alcohol, le dice, con la voz más dulce del mundo “Mírame a los ojos, no te va a doler, respira, mírame, te amo, ya, ya tranquilo, ya termina”.
Mientras la madre dice estas palabras el corazón de ella se comprime por el dolor de su hijo, pero su rostro calmado y amoroso no lo refleja, ni tampoco su voz, solo hay paciencia y consolación en ellas.
Romanos 15:4-6 Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.
Y el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
¿Conozco a Dios así?
Tal vez esta sea la faceta más dulce de Dios, después de todo el inventó a las madres, y fue lo último que inventó. Estoy seguro que todo aquel que conoce a Dios, aunque sea un poquito, conoce al Dios de la paciencia y la consolación, ha sido abrazado por el Shadai que nos dice “Ya, ya pasó, ya no duele, mi niño, mi amor”.
¿Por qué se llama a sí mismo el Dios de la paciencia y consolación?
Romanos 15:3 porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: “Los vituperios de los que te vituperaban cayeron sobre mí”.
El camino de Cristo no es un camino fácil, el mismo Jesús lloró, y no fue poco, lagrimas santas de dolor, dolor por los que se pierden, dolor por el dolor de los demás, dolor porque duele la cruz, dolor de soledad, y en los momentos más cruciales aquel que tenía el carácter más templado y valiente necesitó ser consolado y fortalecido, ángeles dulces vinieron a secar su frente, pero nunca le impidieron sufrir.
¿Cuáles fueron las palabras que el Padre habló a su Hijo a través del ángel de Getsemaní?
“Mírame a los ojos, respira, mírame, te amo, ya, ya tranquilo, ya termina, solo un poco más”.
Y si el Hijo de Dios necesitó ser consolado, nosotros también. Como será nuestra necesidad de ser consolados que Jesús envió al Consolador y fue mejor que Él viniera y Cristo se fuera.
Juan 14:25-26 Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.
Aun siendo El Poder, aun siendo El Alto y Sublime, el nombre que Jesús usó para que sus discípulos lo reconozcan fue “Consolador”.
Y sus palabras, y lo que está escrito están para nuestra paciencia y para nuestra consolación, cada historia, cada lagrima, cada triunfo escrito nos muestra que hay un final feliz, no importa cuán doloroso sea el problema o cuán difícil sea obedecer, Su Voz nos da Esperanza.
Quisiéramos que no fuera tan difícil, quisiéramos que no fuera tan doloroso a veces, y el Padre Shadai es el que más se conduele, pero en su sabiduría no evitará que pasemos por momentos difíciles, pero cuando estamos allí Él es el primero que nos toma la cara, seca nuestras lágrimas y repite las mismas dulces palabras, “Mírame a los ojos, respira, mírame, te amo, ya, ya tranquilo, ya termina, solo un poco más”.
El propósito es más alto que nosotros, es necesario, por los miles que se pierden, por los que nos rodean, por los que nos desprecian, el propósito es que con la misma actitud que tuvo Jesús, con la misma entrega, con el mismo sacrificio, demos gloria ante los hombres al único Dios Verdadero, para que por nuestros padecimientos y fidelidad ellos comprendan que en Él hay Salvación.
Isaías 66:13-14 (DHH) Como una madre consuela a su hijo, así los consolaré yo a ustedes… cuando ustedes vean esto, su corazón se alegrará…